Subscribe to my full feed.

domingo, 5 de octubre de 2008

BOLETÍN Nº2 - TRASEN


DESDE ABAJO CONSTRUYENDO ORGANIZACIÓN ESTUDIANTIL


DESCARGAR AQUÍ


En esta segunda entrega hemos decidido presentar nuestras reflexiones y posiciones en torno al movimiento estudiantil en general, la impoertancia de seguir organizándonos, de vincular nuestro quehacer académico con la lucha de los sectores populares de nuestro país, la situación en la que se encuentra la FECH, etc.

También hemos querido saludar trabajos que están realizando muchos estudiantes para comenzar, desde abajo, a construir organización estudiantil. Saludamos así a los compañeros, secundarios y universitarios, que se están coordinando territorialmente en Ñuñoa, al grupo de Trabajo Opech, que incluye además a académicos que están dando la pelea por transformar el sistema educativo chileno.

Este boletín tiene por objeto presentar la necesidad que tiene el movimiento estudiantil de aglutinar compañeros, acumular fuerzas y direccionar nuestras discusiones hacia diagnósticos y demandas concretos. Para lo cual es necesario dar la batalla día a día.

INCLUYE:

La FECH: en momentos de crisis, lo primero es pensar de qué estamos hablando.
Reconstruir el Movimiento Estudiantil para Transformar la Educación.
Coordinación Territorial.
Grupo de Trabajo OPECH
Lo Académico y lo Popular, forjando Conocimiento Crítico.

NO TE OLVIDES DE NUESTRO MAIL: trazando@gmail.com
Nos puedes enviar ideas, críticas, coordinarnos para alguna pega, etc.

Leer Mas...

Declaración Pública


A toda la comunidad universitaria:

En las últimas semanas hemos presenciado el endurecimiento de las políticas de seguridad en el Campus Juan Gómez Millas: cierres de la universidad, guardias pidiendo la TUCH en la puerta -incluso adentro- y la prohibición de realizar diversas actividades, son parte de estas nuevas medidas. Estos hechos hacen ineludible dar la discusión en torno al cómo es que todos y todas, en tanto comunidad universitaria, nos hacemos cargo del espacio que compartimos y ocupamos a diario.

Es inadmisible que los guardias no estén sujetos en su actuar a ningún reglamento o protocolo interno emanado por la comunidad universitaria. Actualmente, sus labores en nuestra casa de estudios no se distinguen respecto de la función de vigilancia que pudieran llevar a cabo en un supermercado u otro tipo de establecimiento en el que la misma empresa esté contratada. Lo anterior, junto con dar cuenta de lo problemático que puede ser la creciente externalización de servicios, nos alerta acerca de la concepción de universidad pública que paulatinamente va instalándose a través de diversas prácticas. ¿Es propio de una universidad pública desentenderse de sus trabajadores mediante políticas de subcontratación? ¿Es lógico restringir la libre entrada y circulación de las personas en una universidad pública?

No es democrático que las funciones de gestión estén concentradas en la figura del Administrador de Campus, siendo esto en la práctica un mecanismo que anula la soberanía de la comunidad universitaria sobre el control del espacio que ocupa. ¿Qué criterios y necesidades son las que terminan primando cuando no nos hacemos parte de ello?

Para justificar la implementación de estas nuevas medidas de seguridad se ha argumentado que en el último tiempo han aumentado los destrozos, riñas y cantidad de basura esparcida por el Campus. No obstante, sin desconocer que existen conductas desarrolladas por los estudiantes que están muy lejos de ser prácticas que cuidan nuestro espacio, sabemos que la solución no va por la vía de dar cabida a lógicas represivas, sino que con multiplicar la capacidad de hacernos cargo, como comunidad universitaria, de nuestro territorio.

Muchas veces hemos hecho hincapié en la necesidad de avanzar hacia una nueva facultad, un nuevo campus y/o una nueva universidad que dote de realidad al supuesto sentido público que debiera encarnar nuestra casa de estudios, en el marco de un proyecto mayor de lucha por el cambio social. En coherencia con ello, creemos necesario que estos principios se concreticen en la gestión territorial del campus. No necesitamos aislarnos de nuestros vecinos, temerle al despliegue de la memoria histórica o prohibir el compartir con alegría, porque nuestro proyecto es dejar atrás esa universidad que tenemos actualmente: una "casa" opaca, puramente libresca y al servicio de los dueños del país.

Leer Mas...

BOLETÍN Nº 1: JGM... Un Análisis Necesario

DESCARGAR AQUÍ

Compañeras, Compañeros:

El presente boletín que ofrecemos es fruto de la discusión política y de la reflexión que como organización hemos llevado a cabo respecto al proceso de movilización del primer semestre. Han pasado varios meses, y creemos que es un momento apropiado para plantear dudas, cuestionar el actuar llevado a cabo, y sobre todo para ver en qué se pudo fallar y cuáles fueron posiblemente nuestros -de todos los compañer@s que se movilizaron- aciertos ante las contingencias.

Mediante esto, queremos invitar a cada uno de l@s estudiantes que componen nuestra comunidad universitaria a no perder de vista que la mejor forma que tenemos de fortalecer nuestro movimiento es mediante la discusión y el debate crítico ante lo que hacemos, y especialmente de lo que podremos hacer en el día a día como estudiantes conscientes de nuestros espacios.


Incluye:

JGM: Un análisis necesario Post-movilización
Facultad de Ciencias Sociales, de la gestión al necesario proyecto
Facultad de Artes
Facultad de Filosofía y Humanidades, de la coyuntura a la construcción del trabajo

Leer Mas...

lunes, 12 de mayo de 2008

¿Qué es el conocimiento crítico?

¿Qué es el conocimiento crítico?

¿Qué tiene que ver mi carrera universitaria con la disputa social? ¿Qué puedo hacer con mi carrera allí? Muchas preguntas de estas nos han asaltado como estudiantes. En esta colorida revista digital te queremos presentar qué hemos respondido: el conocimiento crítico. A continuación, nuestra apuesta de vincular las carreras universitarias con el mundo social.

Si te ha levantado el ánimo, pues te invitamos a que la corras por todos los correos electrónicos de compañeros, cursos, y organizaciones que tengas. ¡A reconstruir la universidad!

Bajar AQUI

Leer Mas...

domingo, 27 de abril de 2008

Declaración pública del estudiantado de la universidad tecnologica metropolitana (UTEM)

Ante la grave situación por la que atraviesa nuestra universidad, informamos:

1. La crisis en la que se encuentra la Institución se debe a la MALA GESTIÓN realizada por la planta directiva, encabezada por el RECTOR SEÑOR MIGUEL AVENDAÑO, hace 10 años (reelegido 2 veces en extrañas circunstancias).

2. Lo anterior, ha traído como consecuencia la NO ACREDITACIÓN de la Institución, negada por quinta vez, siendo actualmente, la ÚNICA UNIVERSIDAD ESTATAL NO ACREDITADA.

3. Entre los errores que ha provocado la mala gestión, por la cual nuestra Universidad ha sido DESACREDITADA, se destacan:
a) La creación y el desarrollo no planificado de la carrera de Criminalística, sobredimensionando la matrícula a niveles impresentables.
b) El establecimiento de convenios con empresas privadas a las que se delega funciones propias de la Universidad, al margen de los organismos colegiados de la universidad, así como la creación de Sociedades Anónimas al interior de la Institución con recursos de éstas.
c) El NO realizar las correcciones pertinentes, de acuerdo con las indicaciones contenidas en el rechazo anterior de la CNAP (año 2007).
d) La situación de NO PAGO DE IMPOSICIONES de AFP desde Marzo del 2007, generando intereses, multas y costos enormes por cobranzas prejudiciales y judiciales.
e) La total falta de transparencia en la gestión financiera de la Universidad, y por ende, la grave fragilidad financiera.
Queremos dejar en claro, eso si, que la evaluación, en el ámbito docente que realizó la CNA, fue positiva convirtiéndose en nuestra fortaleza y demostrando que la formación que se nos entrega para enfrentar el mundo laboral, es de excelencia. La desacreditación no es por debilidades docentes ni académicas, sino que por gestión administrativa.


4. Las deficiencias evidentes generadas en la Universidad, llevaron a que en 5 oportunidades se le solicitara la renuncia al Rector, por parte de la ex Ministra de Educación, Yasna Provoste, a fin de entregar credibilidad en el desarrollo del proceso de acreditación. El señor Miguel Avendaño, se ha negado las 5 veces en renunciar a su cargo, justificando que cuenta con el respaldo de todo el estudiantado, del cuerpo docente y de los funcionarios de la Institución.

5. Desmentimos dichos argumentos y repudiamos la gestión que ha desarrollado el señor Avendaño, durante su permanencia en el cargo, avalado por estatutos internos que centralizan el poder en su persona, poniendo en duda las políticas y decisiones que se toman dentro de la Institución, que, claramente no benefician el desarrollo y crecimiento de ésta.

6. A lo anterior podemos confirmar la existencia de una “seudodemocracia” dentro de la Universidad, llegando a tal punto en que el cuerpo docente y funcionarios no pueda expresar libremente lo que piensa frente al conflicto actual, puntualmente respecto de la mala gestión del Rector, debido a constantes amenazas recibidas, en desmedro de la estabilidad laboral. Es por esto, que el estudiantado expresa formalmente, que no permitirá que existan represalias hacia aquellos que se planteen en contra de la administración actual.

7. Cabe recordar, que nuestra Universidad tiene a los dos quintiles más pobres de la población estudiantil y la mayoría restante de clase media. Ante esto recalcamos que vivimos en una democracia que no asegura una educación basada en la “igualdad y equidad”, insistimos en nuestro derecho a la educación y en el deber del Estado de asegurar la formación de profesionales para el crecimiento y desarrollo del país. Nos parece una contradicción y una vergüenza el hecho que siendo Universidad pública y del Estado, la Institución no cumpla con los estándares de acreditación, que el mismo gobierno ha implementando. Somos un ejemplo de la crisis de la Educación Pública. Lo más probable y debido a los grandes desfalcos existentes en nuestra Institución, es que, si no logramos solucionar el problema, en un breve plazo seamos vendidos y pasemos a manos de privados… ¿SERÁ ESTA LA PRIMERA UNIVERSIDAD PÚBLICA Y DEL ESTADO QUE SE TRANSFORME EN PRIVADA?... ¿CUÁNTAS MAS VENDRÁN?... ¿HASTA CUANDO SE NOS ASEGURARÁ LA EDUCACIÓN PÚBLICA, DEL ESTADO Y DE CALIDAD EN NUESTRO PAIS?...

Los estudiantes estamos movilizados y trabajando por la solución y el rescate de nuestra Universidad en pos de una educación PÚBLICA, DEL ESTADO Y DE CALIDAD.

Contamos con el apoyo de un gran número de docentes, que enfrentándose ante las eminentes represalias que pudiesen sufrir, lo que ya es un hecho y ha sido especificado en el punto 4 y 5, son concientes del problema que afecta a la comunidad universitaria.

Exigimos la renuncia de la plana directiva, en especial, la del Rector Señor Miguel Avendaño.

Exigimos la reformulación de los Estatutos Internos, en busca de un sistema descentralizado y democrático de la Universidad.

Somos concientes del esfuerzo que nos significa estudiar en estas condiciones, que contamos con un cuerpo docente, que durante 14 años, han entregado sus conocimientos a nuestra formación profesional, siendo ésta de calidad y con buenos resultados.

Exigimos, entonces, nuestro derecho a estudiar en un sistema estable e igualitario.


Atentamente,

Estudiantes de la Universidad Tecnológica Metropolitana UTEM





Santiago, 28 de abril del 2008





Leer Mas...

Pasado y presente: los trabajadores una vez más Rafael Agacino

Una reflexión teorica del economisca Rafael Agacino. Aprovechando la coyuntura de los sub-cobtratados de Codelco dejamos este texto muy interesante:

En memoria de Rodrigo Cisternas Fernández joven obrero forestal, 26 años, asesinado el 3 de mayo de 2007 por las fuerzas policiales en Arauco.

La contrarrevolución neoliberal chilena cambió radicalmente la estructura de la economía, y consecuentemente, casi todo su entramado institucional. Un aspecto central de este cambio fue la “nueva organización industrial”, es decir, la nueva forma en que se articuló la propiedad, la producción y los procesos de trabajo, cuyo fundamento fueron las nuevas relaciones entre capital y trabajo, entre capitalitas y entre los propios trabajadores. La tarea político-ideológica de la contrarrevolución neoliberal fue fijar dichas relaciones como normas legales o garantizar, cuando se trataba de simples prácticas sociales, su reproducción espontánea, sin necesidad de ley. El conjunto de la institucionalidad de jure y de facto, constituyó y constituye la arquitectura del proyecto neoliberal, extendido incluso a otras dimensiones de la vida. En lo que sigue nos ocupamos de sus aspectos principales desde la perspectiva del mundo del trabajo.

. La institucionalidad económica neoliberal y su impacto en el mundo del trabajo.

La “nueva organización industrial” se concretó desde muy temprano a través de una centralización horizontal del capital y de la fragmentación productiva. La centralización horizontal, como forma de control conglomerante de la propiedad, reconfiguró al segmento dominante del empresariado dando paso a “grupos económicos” con inversiones transversales, es decir, interesados cada vez más en la “acumulación en general” y menos en un “valor de uso” o rama específicos. La fragmentación productiva, por su parte, bajo la forma de externalización de funciones o subcontratación, modificó la demografía empresarial generando una estructura muy heterogénea que vinculó orgánicamente a firmas medianas y pequeñas -e incluso micro-empresas y trabajadores a domicilio- con los grandes conglomerados controladores de los procesos de acumulación.

Miradas estas tendencias desde el ángulo de los sujetos colectivos, por simple observación se constata que la franja del capital asociada a los conglomerados se fortaleció objetiva y subjetivamente, mientras los trabajadores – incluso importantes franjas de capitales pequeños- fueron obligados por la dinámica de las transformaciones a involucionar desde sujetos colectivos a simples categorías estadísticas sin significación social o política alguna.

Para la masa trabajadora este proceso fue acompañado por la precarización directa o indirecta de sus condiciones laborales por cuanto la institucionalidad laboral, incluso considerando las reformas realizadas por los tres primeros gobiernos civiles, no se hizo cargo en plenitud del principio de “desigualdad originaria” entre capital y trabajo, idea fundante del derecho laboral. Salvo la estrecha franja de asalariados “protegidos” pertenecientes al Estado o a grandes empresas que mantienen núcleos estratégicos de empleo directo, la precarización de las condiciones laborales implicó la precarización de las propias condiciones de vida de la gran mayoría de los trabajadores. Y no sólo por los bajos salarios, malas condiciones de trabajo o “contratos basura”, sino también por la imposibilidad práctica o legal de ejercer los derechos de sindicalización y negociación consignados en la misma ley laboral[2].

En efecto, la legislación vigente, concebida por la dictadura y reformada por los gobiernos civiles, consigna cuatro tipos sindicatos - de empresa, interempresa, de trabajadores transitorios y de trabajadores independientes- de los cuales sólo el primero está plenamente facultado para negociar colectivamente. Los sindicatos interempresa, que requieren del acuerdo previo de los diferentes empleadores, y los de trabajadores transitorios, dada la naturaleza de la actividad o de la relación, enfrentan serias dificultades para gestar organizaciones y procesos de negociación perdurables. El mismo cuerpo legal autoriza dos modalidades de negociación colectiva: la reglada y la no reglada. La primera consiste en un procedimiento en que las partes tienen obligaciones y derechos definidos y se obligan a culminar con la suscripción de un contrato colectivo, mientras en la no reglada, el timing y su carácter dependen de las partes sin que éstas deban seguir un procedimiento que termine con la suscripción de un convenio colectivo, ni tengan derecho a ejercer, como en el caso anterior, ciertas prerrogativas como la huelga legal. Es importante, además, considerar que la negociación colectiva, sea o no reglada, puede llevarse a cabo tanto por sindicatos -instancias más permanentes y con personalidad jurídica- como por grupos negociadores organizados para ese solo fin y cuya existencia generalmente se limita a la duración del proceso.

Este entramado institucional de jure es el que explica que en la actualidad no más del 12% de la fuerza de trabajo ocupada esté organizada formalmente en sindicatos, y que la cobertura de la negociación colectiva –incluyendo sindicatos y grupos negociadores- alcance a poco más del 7% de los ocupados[3].

Si consideramos, por una parte, que sólo el 8% de la fuerza de trabajo está organizada en sindicatos de empresa - la opción más favorable para la negociación colectiva- y que el tamaño medio de dichos sindicatos gira en torno a los 35 afiliados, y por otra, que los otros cuatro puntos porcentuales restantes de sindicalización (la tasa total alcanza al 12%) corresponden a sindicatos prácticamente imposibilitados de negociar colectivamente de forma eficaz y con efectos perdurables, se comprende la cuasi inutilidad de la legislación laboral actual[4]. Así, un 88% de los trabajadores sin ningún tipo de organización propia y un 12% organizado de manera fragmentaria con poder mínimo, explican que un 93% de los ocupados de este país estén al margen de la protección laboral que deriva de la negociación colectiva y carezcan de herramientas legales efectivas para negociar las condiciones de venta y uso de su único activo: su capacidad de trabajo.

Por otra parte, la institucionalidad de facto se concretó en un conjunto de prácticas que reforzaron la atomización y la involución de los trabajadores comos sujetos colectivos. Los sistemas salariales asociados a la productividad individual, la introducción de nuevos paradigmas de organización del trabajo (polivalencia, rotación y ampliación de tareas, etc.), y de la producción (el “justo a y tiempo”, la maquila y subcontratación de mano de obra), fueron la base estructural extra jurídica sobre la cual el capital logró mantener a raya a los trabajadores e imponer mas fácilmente su racionalidad como sentido común. Este último proceso se extendió y legitimó cuando sobrevino la democracia, pues, durante los 17 años siguientes, aprovechando la vulnerabilidad, la obsecuencia o permeabilidad a la corrupción de las dirigencias, se los involucró en “acuerdos marcos” nacionales, en “alianzas estratégicas” sectoriales o, simplemente inyectándoles la morfina del consumismo, que desplazó al trabajo del centro y proclamó al empresario y la empresa como causa de la riqueza y el bienestar. El verbo fue “emprender”, el sujeto el “emprendedor” o el “empresario”.

2. Límites del “sindicalismo clásico” y respuestas emergentes.

En la fase post dictatorial de la contra revolución neoliberal, el efecto de las transformaciones anteriores redujo la organización y lucha de los trabajadores a su mínima expresión. La concepción dominante, que podríamos denominar “sindicalismo clásico”[5], retuvo más por tradición que por acción, cierta presencia en los segmentos “más protegidos” de los trabajadores: los ocupados en el sector público, municipal y en grandes empresas estatales o privadas con empleo directo y estable. A pesar de las diversas fracturas que ha sufrido el sindicalismo clásico, en su interior conviven dos corrientes que se manifiestan en casi todas las organizaciones y centrales de las que hoy se compone[6]. La corriente social-concertacionista, incluidos en ella sectores claramente colaboracionistas y digitados por la patronal, prácticamente renunció a la movilización, mostrándose desde el principio obsecuente con las administraciones civiles post dictadura. La otra, igualmente tradicional pero con una orientación mas clasista, ha vivido atrapada en una mezquindad corporativa, bloqueada por un dogmatismo que le ha impedido comprender profundamente la nueva realidad del trabajo, y por ello, impotente para levantar una política hacia los trabajadores flexibilizados y precarizados cuyas concepciones, formas de organización y lucha tradicionales, simplemente no le acomodan ni objetiva ni culturalmente.

Al lado del sindicalismo clásico, muchas veces en soledad, trastabillando, y sobre todo rompiendo con el chantaje que impuso la estrategia de los consensos de la Transición chilena, varias franjas de trabajadores en el ocaso de los ochenta y durante el boom de inversiones de la primera mitad de los noventa, comenzaron a reaccionar y ensayaron formas de convivencia, organización y luchas adaptadas a estas nuevas condiciones de precariedad y flexibilidad. Se trataba de experiencias que, a diferencia de aquellas vinculadas al sindicalismo clásico, construyeron formas propias de convivencia y apoyo mutuo, desarrollaron una militancia social amplia, enfrentaron negociaciones de facto al amparo o no de organizaciones legales, y ensayaron métodos de participación colectiva y acción directa. Entre estas experiencias, las más conocidas fueron las de los trabajadores del montaje industrial agrupados en el SINAMI, los contratistas del cobre vinculados a la división El Teniente de CODELCO[7], y los grupos de mujeres de la agroindustria (temporeras) que aprendieron de súbito a pelear por mejoras en sus salarios y paupérrimas condiciones de trabajo. En lo que va corrido de la presente década, la experiencia más emblemática y aleccionadora, previa a las movilizaciones de trabajadores subcontratistas este año 2007, es la de los estibadores subcontratistas de los puertos de Coronel, Lirquen, Talcahuano y San Vicente el año 2003[8].

Naturalmente las movilizaciones recientes de los trabajadores subcontratistas de las forestales y el cobre, así como las anteriormente citadas, tienen singularidades que explican sus éxitos y fracasos, incluidos los tremendos costos humanos como fue el cuasi fusilamiento del joven obrero Rodrigo Cisternas por parte de Carabineros[9]. El tipo de empresa (holding público o privado, exportadora, etc.), el momento económico y político en que se lanza el conflicto, la experiencia y composición del activo de trabajadores que se moviliza en cada caso, etc., son todos factores clave a la hora de su desenlace. Pero las diferencias fundamentales que interesa resaltar se refieren a las concepciones y prácticas respecto del sindicalismo clásico. Estas diferencias pueden ser relevadas desde varios ángulos; veamos algunos.

En el caso de un típico sindicato de empresa, su derecho a negociación colectiva se concreta inicialmente presentando a su patrón directo un proyecto de contrato o de convenio según se trate de un proceso reglado o no. Luego, si se trata de un contrato colectivo, la negociación se ciñe a un conjunto de etapas con procedimientos y tiempos predefinidos, incluida la votación y/o realización de la huelga legal, o bien, en el caso de convenio, desarrollando un proceso de negociación sin pauta ni duración definidas y sin derecho a huelga. Así, si los sindicatos o grupos negociadores logran resistir las prácticas antisindicales y aunar la voluntad de sus asociados para iniciar la negociación, deben enfrentar luego problemas de orden táctico como: conformación de equipos de negociación efectivos, incluyendo asesoría legal y económica, reunión de información clave respecto de la economía, sector y la empresa, y sobre todo el problema de mantener a su dirigencia unida e impermeable al soborno, así como a sus asociados involucrados y dispuestos a aplicar dosis crecientes de presión hasta llegar, si disponen de este recurso, a la huelga legal.

El ciclo de negociación, repetido cada dos, tres o cuatro años, es la práctica habitual de negociación de los sindicatos de trabajadores de planta de grandes empresas tales como MADECO, BANCO CHILE, AFP PROVIDA, ENAP, ESCONDIDA, BATA, CCU, TELEFONICA y otras similares. En todos ellas, debe destacarse, existe al menos un sindicato de empresa que presenta un pliego formal de peticiones a su empleador directo y conocido, y que con la debida asesoría y definiciones de negociación, se dedica, en un espacio y tiempos formalmente reconocidos, a consensuar con su empleador las magnitudes de reajustes y mejoras en las condiciones laborales para sus asociados, y que a veces, más por defecto que por efecto, se hacen extensibles a trabajadores no organizados u organizados en otros sindicatos o grupos negociadores de la misma empresa.

Se comprenderá que si este ciclo entraña dificultades para los grandes sindicatos de empresas, éstas se multiplican para los sindicatos pequeños, con escasos recursos económicos, baja calificación y experiencia de sus asociados y acceso limitado a medios de información. Peor en el caso de los grupos negociadores poco numerosos, y en los sindicatos inter empresas que deben conseguir la anuencia de los empleadores involucrados. Y así, en general, para todos los ocupados en los eslabones débiles de las cadenas de subcontratación y/o externalización cuya relación laboral legal es tan precaria aún cuando produzcan bienes o servicios para las grandes empresa mandantes[10].

Por ello, la negociación “tecnificada”, es un modelo practicado por un segmento muy reducido de trabajadores organizados que, como ya hemos visto, fluctúan en torno al 7% de la fuerza de trabajo ocupada.

3. Ruptura y continuidad. Las nuevas prácticas y nuevos sujetos.

La originalidad de las experiencias desarrolladas por los trabajadores para los cuales todo este entramado institucional resulta cuasi inútil, estriba en los síntomas de ruptura con las prácticas y concepciones del viejo sindicalismo constituido al amparo del patrón de acumulación desarrollista. Lo que se observa es una recuperación de prácticas históricas de organización y lucha, digamos pre-clásicas, ensayadas por el movimiento de trabajadores de fines del siglo XIX y principios del XX que, como se sabe, fue muy influenciado por concepciones libertarias y autonomistas.

Estos síntomas de ruptura con el sindicalismo clásico, se manifiestan en un intento de comprender y actuar frente a la actual realidad del trabajo y la producción con otros conceptos y medios organizativos. Lo anterior es muy evidente cuando se analizan las prácticas de las nuevas cohortes de trabajadores que conforman la fuerza de trabajo actual; éstas son ya directamente hijas del modelo, han crecido y sobrevivido en las nuevas condiciones laborales y de la producción, por lo cual sus formas de entender su vida como trabajadores y sus luchas ya no se estructuran subjetivamente con los códigos lingüísticos y conceptuales propios del sindicalismo clásico, menos con sus formas organizativas y de convivencia[11].

Estas franjas han comprendido, en primer lugar, que la organización de los trabajadores consiste ante todo en la articulación de voluntades sobre la base de una identidad “general de clase” que supera la específica identidad fundada en el oficio o la empresa. También, una franca disposición a actuar colectivamente en torno a intereses comunes. Y aunque en muchos casos la organización adopte la figura legal de sindicato o arranque de ella, lo importante es que la práctica de las organizaciones supera las restricciones impuestas por esa forma legal y cultural que se ha impuesto en las últimas décadas. Una manifestación concreta de esta concepción es que muchas de éstas organizaciones de nuevo tipo mantienen la afiliación con independencia de si el trabajador está o no empleado, o si está o no trabajando en la misma empresa, faena o proyecto. El camino lo abrió el antiguo SINAMI que utilizó la figura de “sindicato nacional” para mantener la afiliación de masas de trabajadores que se desplazan de obra en obra con tiempos más o menos prolongados de desempleo; y en nuestros días el paradigma, sin duda lo constituye el Sindicato de Trabajadores del Puerto de San Vicente que cuenta con socios que rotan diariamente entre el empleo y el desempleo por cuanto los contratos con las empresas de estiba tienen una duración máxima de 8 horas[12].

En segundo lugar, entienden que en las nuevas condiciones de producción la relación laboral-legal no se corresponde necesariamente con la relación laboral-económica. En efecto, como ya hemos dicho, la fragmentación productiva separa la relación legal de la relación económica, pues la entidad que aparece como contratante no necesariamente es la entidad que se sirve directa o indirectamente de la fuerza de trabajo. La existencia de circuitos productivos, o cadenas de subcontratación que vinculan desde talleres productivos, incluso en ocasiones trabajadores a domicilio, con pequeñas y medianas empresas que suministran partes o piezas o simplemente fuerza de trabajo a una empresa mandante, hace inútil la ley laboral. En efecto ¿tiene algún sentido que se autorice la organización y negociación a sindicatos de empresa o grupos negociadores, si éstos deben remitirse a un empleador que, como ocurre en miles de casos, no tiene ni la capacidad ni la independencia económicas para negociar seriamente con sus trabajadores directos?

Así, en las condiciones de fragmentación productiva y flexibilidad del mercado de trabajo, el sindicato formal no sólo es inservible como instrumento organizativo para los trabajadores que rotan entre el empleo y el desempleo, sino también como medio para mejorar las condiciones salariales y de trabajo, si su ámbito de negociación se limita a al empleador directo.

En tercer lugar, las franjas de trabajadores de las que hablamos han ido desarrollando la conciencia de que la organización y sus acciones deben adecuarse a exigencias mayores a la pura capacidad negociadora en mesa o de lucha en condiciones tradicionales de conflicto. Por el contrario, éstas asumen desde la partida exigencias de carácter más político, por cuanto se refieren a la constitución de sujetos colectivos capaces de resolver al menos tres problemas tácticos que para el sindicato de empresa de las grandes firmas se suponen resueltos, a saber:

-(a) Construir una fuerza colectiva capaz de superar el efecto atomizador de la institucionalidad vigente. Dado que en la mayoría de los casos la relación laboral directa encubre al patrón o empleador real por medio de una infinidad de empleadores formales, los trabajadores deben convencerse y convencer que hay que desplazar el espacio de organización y lucha de la relación laboral-legal a la relación laboral-económica. Vale la pena indicar que este tipo de organización y negociación solo en apariencia recuerda la negociación por rama pues el referente aquí no es la rama sino el holding o el grupo económico y/o la empresa principal mandante.

(b) Forzar a que la contraparte patronal real se constituya. Por la misma razón anterior, los trabajadores, para siquiera aspirar a negociar con efectividad, deben preocuparse de hacer que el empleador real aparezca, dé la cara y acepte negociar. Como se ha visto, debe ser forzado pues rehúsa apelando al simple expediente de una relación laboral de la cual él no forma parte.

(c) Resistir la persecución post negociación. Si se logra forzar a los empleadores reales a constituirse en contrapartes negociadoras, y sobretodo si la negociación resulta favorable a los trabajadores, sabido es que hay que prepararse para la reacción. En muchos casos, ésta se asemeja a una suerte de “terror empresarial” que incluye despidos, listas negras y soborno. La patronal aprende rápidamente y no admite ser gratuitamente sorprendida dos veces.

Tanto en las movilizaciones ilegales de los estibadores de la VIII región el 2003, como en las de trabajadores forestales y del cobre de este año, luego de lograr constituir una organización trasversal y desencadenar el proceso, el punto crítico ha sido forzar la constitución de una mesa negociadora con las empresas mandantes, e incluso, concitando la atención de las autoridades políticas (Intendente, ministros del trabajo e interior) y de los grandes propietarios como ocurrió con Ricardo Claro en los puertos y Eliodoro Matte en Mininco. Se trata, como decían los trabajadores del puerto de San Vicente, “de negociar con Tarzán, no con los monos”[13].

Por otra parte, las experiencias del SINAMI[14], SINTRAC y más recientemente de los trabajadores subcontratados de CODELCO, muestran la necesidad de protegerse frente al soborno a dirigentes, despidos y listas negras. Este último mecanismo, muy usado en los sectores de trabajo temporal y transitorio, ha implicado que muchos de sus militantes más activos – que usualmente cumplen el rol de delegados - sean forzados a cambiar de oficio e incluso a migrar, por cuanto las firmas subcontratistas se niegan a emplearlos. Así, se ha vuelto necesario implementar fondos de huelga, fondos rotatorios o simplemente colectas solidarias, iniciativas colectivas que han recuperado las prácticas de apoyo mutuo y solidaridad autónomas típicas del movimiento de trabajadores de inicios del siglo pasado.

Como se observa, las concepciones organizativas y de convivencia, así como las definiciones tácticas a utilizar en las luchas reivindicativas, deben considerar desde la partida un conjunto de dimensiones y tareas mucho más amplias y complejas que aquellas propias de los sindicatos de trabajadores estables. La organización tiene poco de clientelismo entre dirigentes que ofrecen mejoras y socios que las demandan pasivamente; aquí se trata de organizaciones cuya única posibilidad de mejorar las condiciones de sus asociados y sobrevivir es ampliar la mirada y ámbito de acción, condición muy favorable a la constitución de sujetos sociales activos.

4. Un paso adelante: los trabajadores una vez más un sujeto político-social.

En esta perspectiva y en cuarto lugar, lentamente comienza a plantearse la problemática de los derechos generales cuya posibilidad de ser resuelta a partir de las negociaciones restringidas a los lugares de trabajo o con los empleadores directos, es prácticamente nula. Se trata de “derechos sociales” como la educación, salud, vivienda, etc., que en el contexto del patrón de acumulación desarrollista, segmentos de trabajadores lograron satisfacer negociando en sus espacios laborales en la medida que la institucionalidad vigente incluía mecanismos tripartitos (Estado, empresarios y sindicatos) que lo hacían posible. Tales mecanismos dieron origen, por ejemplo, a una serie de establecimientos educacionales, complejos habitacionales – recuérdese por ejemplo, la Escuela Matte en Puente Alto, las poblaciones Yarur y Copec en Santiago- y otras instalaciones destinadas a cubrir parte de estas “demandas sociales”.

Es obvio que hoy esos logros son inimaginables negociando con los empleadores directos, incluso en caso de los sindicatos de empresa clásicos.

Esas demandas requieren de una fuerza tal que, primero, sea capaz de reponer el rol central del trabajo y los trabajadores en la producción de la riqueza social y en la sociedad, sobre todo reponerlo en la propia cabeza de los trabajadores cuya identidad está hoy trizada, y en segundo lugar, forzar a que los sectores dominantes y el Estado se constituyan como contraparte de la “cuestión social”. La clave del presente es la constitución de los trabajadores como sujeto político-social; logrado esto se verá cuánto se gana y cómo se sobrevive a los embates de un sistema neoliberal ya maduro que parece contar cada vez con menos artilugios para eludir los síntomas de su agotamiento.

En noviembre de este año se conmemorarán los 100 años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique; a pesar de que ha pasado un siglo, la memoria está viva. Este simple hecho señala que la matrix neoliberal adolece de fallas, de fisuras; por ellas sus anomalías estructurales afloran y golpetean la conciencia de quien se detenga un minuto a reflexionar con mínima profundidad sobre su miseria global. La primera anomalía es su incompletitud histórica por cuanto no logra anular el pasado, el sedimento de la memoria; la segunda es su incompletitud actual, por cuanto ya no es posible mantener a bajo costo la brecha entre lo que promete y lo que satisface. Por el contrario sus costos son crecientes y hay menos humanidad dispuesta a soportarlos.

Los obreros salitreros dejaron las oficinas y bajaron a Iquique para exigir al conjunto de la patronal y al Estado se constituyeran en la contraparte de sus demandas. Hoy, casi como ley de la historia, las condiciones parecen obligar a los trabajadores a elevar su mirada y generalizar sus luchas para forzar la constitución contraparte de la “cuestión social”. ¿Responderán nuevamente el capital y el Estado con plomo, cárcel y torturas como lo hicieron en 1907?

Santiago, memorable 15 de agosto de 2007.




Leer Mas...

Huelga y manifestaciones Trabajadores sub-contratados 2008










Leer Mas...

Video marcha 24 de abril

Los estudiantes nuevamente salimos a la calle, demostramos unidad y capacidad de movilización. Es hora también de traducir todo esto en nuestros territorios, sacar más gente a la calle, discutir proponer y actuar.

Queda claro como la Repre actuo sin ninguna provocación:







Leer Mas...

Informate

Video realizado por Subverso, acá algunos extractos de una entrevista realizada por El Ciudadano:

"El hip-hop y el rap avanzan a ser una herramienta ,ás elocuente, con fundamentos y argumentos ,ás sólidos a medida que la generación hip-hop va madurando
"Todos los cambios han sido producto de presiones, no habría habido cambios en nada si no hubiera personas dispuestas a rebasar la ley"
"La herramienta es la organización. Creo que a través de la organización de comunidades, comuna, regiones, universidades y sindicatos se cambian las cosas"
"Creo que la capacidad de análisis se da en la experiencia de organización y lucha, no se da en tu casa viendo tele o en una disco escuchando música, ni siquiera haciendo hip-hop aislado. Informarse es una prioridad, pero también analizar y actuar"






Leer Mas...

sábado, 26 de abril de 2008

Contra la educación de mercado, estudiantes rebeldes y organizados

En el marco de un necesario balance de las movilizaciones de
los estudiantes secundarios en 2006, sostenemos que ésta resultó ser una derrota más. La L.O.C.E fue cuestionada, pero sólo para ser posteriormente remozada agregando unos cuantos remaches semánticos, cuerpos fiscalizadores e indicadores de eficiencia. Los cuales en su conjunto son ajenos al sentido de transformación profunda del sistema educacional que los estudiantes manifestaron con energía en las protestas. No obstante, sí se pueden considerar como victorias importantes al menos dos aspectos: por un lado, se hizo recordar que es posible alzarse como pueblo exigiendo cambios y ejerciendo directamente lo que nos han negado; y por otro, la respuesta del gobierno nos deja grandes lecciones para las futuras luchas sociales. Aquí, nos referimos a un triunfo en cuanto acumulación de experiencia y saberes imprescindibles para el proceso de formación de todo movimiento social.

En ese sentido, la derrota inmediata –en el plano de las demandas- puede ser elaborada como una victoria política, en la medida que se privilegie una política centrada en los procesos de construcción de fuerza social antagónica al modelo imperante. Allí es donde se juega la pertinencia de la existencia de organizaciones permanentes, que sepan también moverse más allá de los ritmos cambiantes de la coyuntura, en los niveles sociales y/o políticos.

El ejercicio masivo de los estudiantes logró impregnar, ya no sólo en el movimiento popular organizado, sino en gran parte de las mayorías que viven las miserias de las riquezas de unos pocos, el descontento ante las desigualdades de la educación chilena. No era cuento nuevo eso de que ella no hace más que producir, reproducir y profundizar las desigualdades sociales mediante diversos mecanismos, pero sí es historia nueva que gran parte de la población haya tomado la iniciativa con sus manos frente a la indiferencia –durante décadas- de los administradores políticos del modelo neoliberal chileno. Por esto, no surtieron efecto por un momento las tácticas deslegitimadotas que usualmente práctica el gobierno: quisieron llamarnos lumpen, pero éramos la mayoría quienes protestábamos por el derecho a la educación; quisieron negarnos nuestro carácter político al argumentar que no teníamos capacidad de plantear propuestas serias, pero hoy vemos como las definiciones de miles de asambleas fueron mucho más profundas que un vergonzoso informe encargado a los intelectuales y tecnócratas de la corte neoliberal, blanqueado con la participación cosmética de dirigentes sociales en el Consejo Asesor Presidencial.

Cuando nada parecía funcionar, llegó la hora de los expertos elegidos mediante una cuidadosa ponderación de equilibrios partidarios, que junto al actor social “pintoresco” discutirían el futuro de la educación. El resto ya es historia: un emotivo acuerdo entre las dos derechas que selló una pirueta política sorprendente que cambia algo para dejar todo igual. Después de todo, cabe preguntarse si existía alguna otra posibilidad, ¿o acaso alguien pensó que en el Congreso se iba a cuestionar graciosamente el carácter neoliberal de la educación en Chile? Sería como pedirles propiciar que la gente se “confundiera”, desordenando la casa para exigir lo que antes era irremediablemente una mercancía siendo en realidad un derecho: vivienda, salud, educación, trabajo digno, y quién sabe quizás qué más vendría después.

Luego en 2008, las circunstancias del juego partidario en el Congreso abrieron la posibilidad de darle alguna utilidad al problema de la educación: un escándalo de subvenciones sirvió para que la derecha esgrimiera su poder por sobre la Concertación gracias a su “nueva mayoría” -un enroque oportunista entre dos bloques políticos que al final son lo mismo-. El tema de fondo no fue puesto en cuestión: todo se mostró como deficiencias en la gestión y fiscalización. El problema real de la educación es más profundo que eso: el lucro que le da un carácter de mercancía y mera inversión individual; la municipalización que supone una competencia absurda si consideramos las diferencias de ingresos de las municipalidades; excesivos criterios de competencia para un sector que se mueve con otros; etc. Las propuestas de los sectores del pueblo organizado están sobre la mesa desde hace mucho tiempo, así que no es necesario repetirlas acá.

Entonces, ¿por qué la movilización secundaria no llegó a buen puerto a pesar de sus grandes méritos? Se puede aducir que unificarse en torno a derribar la L.O.CE era algo sumamente limitado, que daba un margen de maniobra muy amplio al gobierno o que incluso no tocaba en absoluto a las prácticas concretas – situadas más acá y más allá de las leyes- que erigen la educación actualmente. O bien sostener que el gran error fue haber negociado con el gobierno. Sin embargo, las razones son varias, y acá es imposible abarcarlas. Lo importante a tener en cuenta es que es tarea fundamental de las organizaciones sociales-políticas realizar este ejercicio: que el movimiento estudiantil y el campo popular elabore las lecciones históricas que lo fortalecen para devolver el golpe. Hay que considerar dicha movilización como un punto de inflexión a partir del cual debemos repensar el movimiento y nuestras organizaciones.

Hay una convicción que parece emerger de todo esto: es imprescindible el movimiento de masas con objetivos claros, y esto solo se logra con trabajo de base serio, responsable y, desgraciadamente, más lento de lo que se espera. Los atajos no hacen más que alargar el camino, obstaculizando el avance. El trabajo de base no es únicamente una herramienta circunstancial, es el sustento para recomponer las fuerzas del movimiento estudiantil y popular.

A la vez, es un requerimiento urgente que el conocimiento producido en nuestros espacios deje de ser un ejercicio intelectual vacío que gira sobre si mismo, para posicionarse como un arma contundente que nace de nuestra labor como estudiantes –o académicos comprometidos con el cambio social-, pero que se genera desde el pueblo y sus organizaciones, en un movimiento solidario de unidad y convergencia social.

Construyendo Organización Estudiantil y Popular.
TRASEN
– 04/08 -




Leer Mas...

Petitorio Universidad Catolica de Valpo

La Cato de Valpo movilizada:

Como estudiantes hoy, y mañana como profesionales debemos tener la suficiente conciencia critica, para entender que las diferencias sociales se producen por el actual modelo económico, que concretamente en el plano de la educación, la reduce a las relaciones y equilibrios de oferta y demanda, que no se condicen necesariamente con las necesidades de las personas.

Existe una relación indivisible entre el Estado y la Educación, esta constituye un derecho esencial e inalienable de cada ser humano, como la riqueza fundamental de una sociedad. El Estado debe asegurar el acceso y la mantención de cada persona en una educación de calidad y al servicio del desarrollo de nuestra sociedad, es decir, reconocemos al Estado docente.

Entendemos como Universidad a una comunidad activa de personas en el saber, y también como uno de los motores fundamentales de desarrollo y perfeccionamiento social, como un lugar de formación de sujetos con conciencia crítica, dentro de amplios marcos de pluralismo, construcción participativa que propenda a la democratización del conocimiento y a proponer soluciones a problemas tanto nacionales, regionales, locales o sectoriales.

Además la Universidad, en un marco de mayor participación debe tender a la regionalización y salir de su ensimismamiento (centrada sólo en sus planteles educacionales) para vincularse de una mejor forma con la comunidad que la rodea, fomentando el desarrollo productivo y equitativo. Este es el rol público que deben tener las instituciones educacionales, no importando su naturaleza tanto estatal o privada.

También consideramos que la Universidad debe tener un rol más activo en cuanto a la difusión, generación y, por tanto la democratización del conocimiento y de los estamentos universitarios (Triestamentalidad como ejemplo) .

Por esto los estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso exigimos:






Demandas a corto plazo


Ante todo debemos reconocer la condición universal y permanente de estudiante, sin discriminación de ningún tipo e independiente de su actividad y del lugar donde éste se encuentre.

Se deja claro que la TNE nace de una demanda histórica del movimiento estudiantil, en sus orígenes llamado Pase Único Nacional y no de una iniciativa gubernamental.

Respecto a los Decretos y la Ley General de Educación, y teniendo en consideración lo acordado en el Zonal Quinta se demanda lo siguiente:

A- Congelamiento de tarifas hasta derogación del Decreto 45. Esto por el alza excesiva de tarifas que éste permite (50% del valor de la tarifa adulta) y que no se condice con la calidad de vida y realidad económica de la familia chilena. Además porque contiene una clara discriminación en el trato tarifario entre los estudiantes de la región metropolitana (33% de la tarifa adulta) y de las demás regiones. Por ello exigimos la universalización del porcentaje de la tarifa escolar, teniendo como límite el actual porcentaje que posee la Región Metropolitana. Se exige a su vez, un reajuste en el tramo “No Urbano” superior a 50 kilómetros, a un 50% de la tarifa adulta.

Además se exige la extensión del uso de la tarjeta para los 365 días del año y las 24 horas del día. Eliminándose del Decreto 20 la expresión “año escolar” que hoy restringe su uso sólo de marzo a diciembre. Entendiéndose la condición universal y permanente de estudiante planteado al inicio. Las modificaciones pertinentes deben ir en el artículo número 7, inciso 3 de dicho Decreto.

B- Rechazo absoluto al pase regional con beneficios entregado por el gremio microbusero, el cual sólo entrega la posibilidad de ocuparlo los fines de semana y el período estival. Las Federaciones de Estudiantes de Chile agrupadas en la CONFECH acordaron apuntar a un Pase Único Nacional, actual TNE que reconoce la condición universal y permanente del estudiante, es decir, contiene mayores beneficios que el actual pase entregado por los empresarios (la posibilidad de utilizarlo los 365 días del año y las 24 horas del día) Además consideramos necesario que legalmente se impida cualquier pase paralelo y/o privado como a su vez, cualquier otro documento que se atribuye dicho beneficio.

C- Entendemos que la única solución definitiva al conflicto es lo planteado en el punto A y rechazamos de plano una posible subvención a las tarifas escolares, que sólo iría en beneficio de los intereses privados, en este caso de los empresarios microsbuseros. Además, planteamos el rechazo absoluto a la condonación de las multas sancionadas por la Inspección del Trabajo al gremio Microbusero.

D- Se exige evitar la promulgación de la nueva Ley General de Educación, la cual rechazamos, por: 1- Los principios, valores y enunciaciones que asimila la ley sobre el rol del Estado en la educación no tienen un instrumento jurídico para hacerlos realidad (por ejemplo, se consagra el principio de la participación pero, los padres y apoderados y los estudiantes no tienen injerencia en la toma de decisiones del establecimiento. 2- Tratándose de los sostenedores, los requisitos que la ley exige para tener tal calidad siguen siendo mínimos (título universitario o técnico); 3- La composición del Consejo Nacional de Educación al no representar a los actores de la educación; 4- No elimina el lucro en que incurren los sostenedores privados a través de los recursos públicos; 5-No apunta al problema fundamental del sistema público educativo chileno: la municipalización.

E- Exigimos que se cree una plataforma nacional representativa de los actores sociales de la educación. En este sentido, rechazamos los criterios de representatividad impuestos por el Gobierno en las anteriores comisiones, puesto que los estudiantes nos encontrábamos disminuidos en proporción y relevancia.

Esta plataforma debe tener como objetivos la confección de una nueva Ley Orgánica de Educación que comprenda todos sus niveles , en torno a las exigencias de: Financiamiento Estatal (por ejemplo Arancel Diferenciado), el rechazo al lucro, Calidad y Democratización (por ejemplo la Triestamentalidad), como condiciones mínimas e impostergables del movimiento estudiantil. Además, esta plataforma debe llevar una discusión a fondo sobre el sentido y alcance de la libertad de enseñanza, regulada en el artículo 19 de la Constitución y trabajar en un proyecto de reforma constitucional.


Demandas a mediano plazo

La LOCE es parte fundamental en la grave crisis estructural que arrastra por años el sistema educativo chileno. Este marco regulatorio por casi dos décadas ha permitido que el Estado se desvincule de su deber intrínseco con la educación, permitiendo el lucro con los recursos públicos, sin preocuparse de las necesidades educacionales mínimas que requiere el país.

La LGE, que es aún proyecto de ley, constituye simplemente un mal maquillaje de la antigua ley, ya que no soluciona el fondo de la problemática. Nuevamente el Estado se encuentra en una posición de mero espectador sin capacidad de conducción ni dirección en la educación chilena.

Cabe mencionar que la actual LOCE y la nueva LGE son simplemente un reflejo de lo que establece la Constitución política sobre el rol del Estado en la educación, que es mínimo. Debemos por tanto tener claro que el problema se encuentra en la llamada “libertad de enseñanza” (artículo 19 número 11 de la Constitución), que constituye la base jurídica del actual sistema y que en términos económicos puede asociarse al concepto de libertad de oferta. La libertad de enseñanza establece la posibilidad de abrir y mantener todo tipo de establecimiento educacional a cualquier persona, lo cual constituye la puerta de entrada al actual lucro en la educación, y además se entiende como la libertad que tienen nuestros padres y madres para inscribirnos en un sistema público o privado de educación.

La LGE no apunta tampoco al problema de fondo que sufre el sistema educativo chileno, el cual es la municipalización. Hoy las municipalidades tienen diversos deberes y funciones, dentro de las más importantes, la educación. Pero carecen del personal técnico preparado y del presupuesto necesario para enfrentar dichas tareas.

Basándose en las consideraciones antes expuestas, los estudiantes de la PUCV rechazan el proyecto de Ley General de Educación, y exigen la generación de una nueva Ley Orgánica de Educación, que deberá ser elaborada por la plataforma nacional propuesta dentro del punto E.

El informe final del CAPESUP prontamente se materializará en la parte correspondiente a la educación terciaria de la Ley General de Educación. Este informe no contiene criterios determinantes para eliminar el lucro en la educación y no asegura la efectiva democratización de las instituciones de Educación Superior. Es por estas razones que los estudiantes de la PUCV rechazan este informe final, entre otras cosas.
Este petitorio fue elaborado por una comisión emanada del Consejo de Presidentes, compuesto por los siguientes estudiantes:

• Reinaldo Cáceres, Periodismo.
• María Fernanda Ortega, Ed. Diferencial.
• Roberto Vargas, Filosofía.
• Jorge Sharp, Derecho.
• Christian Toledo, Ingeniería Comercial.
• Francisco Húmeres, Ingeniería Comercial.
• Alfred Hinrichsen, Historia.
• Mauricio Araneda, Presidente FEPUCV.




Leer Mas...

sábado, 19 de abril de 2008

ALZA DE PRECIOS






Leer Mas...

jueves, 17 de abril de 2008

Trabajadores subcontratados del cobre en huelga nacional

www.elclarin.cl

escrito por Redacción/Colaboradores
miércoles, 16 de abril de 2008
Santiago.- Unos cuatro mil trabajadores subcontratados de Codelco del mineral El Teniente, en la Región de O'Higgins, paralizaron sus funcionesna partir de las 7:00 de la mañana, en protesta por supuestos incumplimientos de los acuerdos alcanzados con la firma estatal, informó Radio Cooperativa. Otras protestas se han expresado en las divisiones de Andina, El Salvador y en Calama, donde los trabajadores han tomado el camino de acceso a Chuquicamata.

Se trata de la segunda huelga nacional de subcontratistas del cobre. La anterior, el año 2007, finalizó tras la mediación de obispo de Rancagua Alejandro Goic y el compromiso de Codelco, el que hasta hoy, dicen los trabajadores, no se ha cumplido.

El presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), Cristián Cuevas, quien lidera la movilización, señaló que Codelco ha obviado el acuerdo marco firmado en agosto pasado, que puso fin a 37 días de movilizaciones.

El presidente nacional de la CTC, Cristián Cuevas se encuentra en El Teniente, coordinando las acciones de todo el país y desde allí hizo un llamado a Codelco y a las autoridades para que intervengan en el conflicto, informó el sitio web de La Tercera.

"Hoy se ha iniciado una nueva Huelga General de Trabajadores, no quisimo el conflicto, pero Codelco nos ha obligado al conflicto, las autoridades, los parlamentarios, los ministros y la propia presidenta saben que golpeamos todas las puertas, pero parece que en este país los trabajadores sólo somos escuchados cuando nos movilizamos", expresó a través de un comunicado.

Cuevas dijo que la mejor demostración "de que ningún acuerdo se ha cumplido es esta masiva huelga, porque ningún trabajador se va a arriesgar si estuviera recibiendo los beneficios".

"Estamos solicitando la intervención del Gobierno, porque Codelco le ha mentido al país, a la Iglesia (Católica) y a los trabajadores. El acuerdo marco se cumple y esa debe ser una resolución de la presidenta Michelle Bachelet", afirmó Cristián Cuevas.
Codelco dijo que por el momento no había un impacto en su producción de cobre debido a una huelga que iniciaron los trabajadores subcontratados de la firma.
"No hay impacto productivo a esta hora del día", dijo un portavoz de Codelco, el mayor productor de cobre en el mundo.
La noticia de la huelga hizo subir los precios del cobre en Londres y Estados Unidos. Codelco ha insistido en que los acuerdos alcanzados el 2007 se han cumplido en su totalidad.
A mediados del año pasado, los trabajadores subcontratados lograron golpear la producción de la minera estatal, en busca de mejoras salariales, laborales y el cumplimiento de la ley de subcontratación, que obligaba a Codelco a ingresar a su plantilla a miles de empleados.
Dicha paralización finalizó cuando los trabajadores firmaron un acuerdo con Codelco, en donde la Iglesia Católica actuó como garante. Los empleados aseguran que no se respetó dicha resolución.
"Se nos agotó la paciencia y esto va en ascenso. Hasta que no haya una resolución inmediata nosotros no vamos a levantar este paro", agregó Cuevas, quien marchaba junto a cientos de empleados en el camino de acceso de la División El Teniente.
Codelco produjo 1,58 millones de toneladas de cobre en el 2007, un 5,5% menos que el año previo, sin considerar su participación en la mina El Abra.


Leer Mas...

martes, 15 de abril de 2008

Crisis orgánica y revolución pasiva: el enemigo toma la iniciativa

Desde Marx y Engels hasta Lenin, Trotsky y Mao, desde Mariátegui, Mella, Recabarren y Ponce hasta el Che Guevara y Fidel, gran parte de las reflexiones de los marxistas sobre la lucha de clases han girado en torno a la necesidad de asumir la iniciativa política por parte de los trabajadores y el pueblo.

Pero ¿qué sucede cuando la iniciativa la toman nuestros enemigos? ¿Qué hacer cuando los segmentos más lúcidos de la burguesía intentan resolver la crisis orgánica de hegemonía, legitimidad política y gobernabilidad apelando a discursos y simbología “progresistas”, poniéndose a la cabeza de los cambios para desarmar, dividir, neutralizar y finalmente cooptar o demonizar a los sectores populares más intransigentes y radicales?

Para pensar esos momentos difíciles, tan llenos de matices, Gramsci elaboró una categoría: la “revolución pasiva”. La tomó prestada de historiadores italianos, pero le otorgó otro significado.

La revolución pasiva es para Gramsci una “revolución-restauración”, o sea una transformación desde arriba por la cual los poderosos modifican lentamente las relaciones de fuerza para neutralizar a sus enemigos de abajo.

Mediante la revolución pasiva los segmentos políticamente más lúcidos de la clase dominante y dirigente intentan meterse “en el bolsillo” (la expresión es de Gramsci) a sus adversarios y opositores políticos incorporando parte de sus reclamos, pero despojados de toda radicalidad y todo peligro revolucionario. Las demandas populares se resignifican y terminan trituradas en la maquinaria de la dominación.

¿Cómo enfrentar esa iniciativa? ¿De qué manera podemos descentrar esa estrategia burguesa?

Resulta relativamente fácil identificar a nuestros enemigos cuando ellos adoptan un programa político de choque o represión a cara descubierta. Pero el asunto se complica notablemente cuando los sectores de poder intentan neutralizar al campo popular apelando discursivamente a una simbología “progresista”. En esos momentos, navegar en el tormentoso océano de la lucha de clases se vuelve más complejo y delicado...

Dentro de ese conglomerado de olas y mareas políticas que se entrecruzan, no todo aparece tan nítidamente diferenciado ni delimitado como pudiera suponerse. En la actual coyuntura política latinoamericana verificamos, por ejemplo, una notable diferencia entre Cuba, Venezuela y posiblemente Bolivia (en este caso particular no tanto por las moderadas posiciones políticas de su presidente sino más que todo por los poderosos movimientos sociales que tiene por detrás), por un lado; con Chile, Argentina y Uruguay, por el otro.

Si Cuba y Venezuela encabezan la rebeldía contra el imperio, el segundo bloque de naciones —ubicado en el cono sur de nuestra América— expresa más bien cierto aggiornamiento del modelo neoliberal. En este sentido, aunque cada sociedad particular tiene sus propios desafíos, existen problemáticas generales que bien valdría la pena repensar, eludiendo los cantos de sirena embriagadores —por ahora hegemónicos— que hoy pretenden reactualizar las viejas ilusiones reformistas que padecimos hace tres décadas atrás y que tanta sangre, tragedia y dolor nos costaron. En el caso de Argentina, Chile y Uruguay ya no se trata hoy en día del añejo y deshilachado “tránsito pacífico” al socialismo sino, incluso, de una propuesta muchísimo más modesta: la reforma del capitalismo neoliberal en aras de un supuesto “capitalismo nacional” (en la jerga de Kirchner) o “capitalismo a la uruguaya” (para Uruguay) y así de seguido. Hasta el tímido socialismo del “tránsito pacífico” se diluye y el horizonte se estrecha con los vanos intentos por endulzar al capitalismo y volverlo menos cruel y salvaje...

En esta situación compleja, en el cono sur latinoamericano asistimos a un difícil desafío: pensar desde el marxismo revolucionario no en la inminencia del asalto al poder o de ofensiva abierta de los sectores populares, sino en aquellos momentos del proceso de la lucha de clases donde el enemigo pretende mantener y perpetuar el neoliberalismo de manera sutil y encubierta. No lo pretende hacer de cualquier manera. Paradójicamente, las clases dominantes intentan resolver su crisis orgánica, garantizar la gobernabilidad y mantener sus jugosos negocios enarbolando nuestras propias banderas (oportunamente resignificadas). Resulta más sencillo enfrentar y golpear a un enemigo frontal que intenta aplastarnos enarbolando banderas neoliberales y fascistas (el caso emblemático de Pinochet en Chile y Videla o Menem en Argentina es arquetípico). Pero deviene extremadamente complejo responder políticamente cuando el neoliberalismo se disfraza de “progre”, continúa beneficiando al gran capital en nombre de “la democracia”, los “derechos humanos”, la “sociedad civil”, el “respeto por la diversidad”, etc., etc., etc.

Estos procesos y mecanismos de dominación política utilizados en la actualidad por las clases dominantes del cono sur latinoamericano y sus amos imperiales se asientan en una prolongada y extensa tradición previa.

No han surgido por arte de magia. Sólo constituyen un “enigma irresoluble” si, como tantas veces nos sugirió el posmodernismo, hacemos abstracción de nuestra historia nacional y continental.



La revolución pasiva

en la historia de América latina



Durante el siglo XIX, a lo largo de la conformación histórica de los estados-naciones latinoamericanos, se entabló una singular relación entre Estado y sociedad civil. A diferencia de algunos esquemas mecánicos y simplistas, supuestamente “marxistas”1, en América latina la relación entre sociedad civil y Estado ha sido en gran medida diferente al proceso de las sociedades europeas2.

Entre nosotros, en no pocas oportunidades, el Estado no fue un producto posterior que venía a reforzar una realidad previamente constituida sobre sus propias bases sino que, por el contrario, contribuyó de manera activa a conformar sociedad civil. No puede explicarse, por ejemplo, la inserción subordinada y dependiente de las formaciones sociales latinoamericanas en el mercado mundial durante el siglo XIX si se desconoce la mediación estatal. No puede comprenderse el proceso genocida de los pueblos originarios de nuestra América, el robo, la expropiación de sus tierras y la incorporación de la producción agrícola o minera al mercado mundial si se prescinde del accionar estatal. No puede entenderse la conformación de las grandes unidades productivas, como las plantaciones, las minas, las haciendas, que combinaban la explotación forzada de fuerza de trabajo con una producción de valores de cambio destinados a ser intercambiados y vendidos en el mercado mundial capitalista, si se deja de lado el rol activo jugado por el Estado. Ese protagonismo central no tuvo lugar únicamente en la llamada acumulación originaria del capital latinoamericano. Posteriormente, cuando el capitalismo y el mercado ya funcionaban en América Latina sin andadores ni muletas, el Estado siguió jugando un rol decisivo.

Entre las muchas instituciones que conforman el entramado estatal hubo una institución en particular que ocupó este rol central: el Ejército (entendido en sentido amplio, como sinónimo de Fuerzas Armadas)3. Junto con la represión feroz de numerosos sujetos sociales —pueblos indígenas y negros, gauchos, llaneros, etc— reacios a incorporarse como mansa y domesticada fuerza de trabajo, los ejércitos latinoamericanos también ocuparon, gerenciaron y realizaron tareas estrictamente económicas.

Ese rol privilegiado y muchas veces preponderante en América Latina no sólo fue central a lo largo de todo el siglo XIX. En el siglo XX el bonapartismo militar4 ocupó el rol activo que no jugaron ni podían jugar las débiles, impotentes y raquíticas burguesías autóctonas latinoamericanas (injustamente denominadas “burguesías nacionales” por sus apologistas). Ante la ausencia de proyectos sólidos, pujantes y auténticamente nacionales, las burguesías latinoamericanas perdieron su escasa y delgada autonomía, si es que alguna vez la tuvieron5, y terminaron jugando el rol sumiso de socias menores y subsidiarias de los grandes capitales. Sólo podían disfrutar del solcito del mercado interno y del mercado mundial a condición de acomodarse con la cabeza gacha y el sombrero entre las manos en los lugares secundarios y los espacios semivacíos que les dejaban los capitales multinacionales. Es por eso que gran parte de las industrializaciones latinoamericanas del siglo XX fueron en realidad seudoindustrializaciones, ya que no modificaron la estructura previa heredada por las burguesías agrarias del siglo XIX6.

Hoy en día resulta a todas luces errónea y fuera de foco la falsa imagen y la ilusoria dicotomía —construida artificialmente desde relatos encubridores y apologistas— que enfrentaría a “burguesías nacionales, democráticas, industrialistas, antiimperialistas y modernizadoras” versus “oligarquías terratenientes, tradicionalistas, autoritarias y vendepatrias”. Nuestra historia real, repleta de golpes de estado, masacres y genocidios planificados, ha seguido un derrotero notablemente diverso al que postulaban los cómodos “esquemas clásicos” y los complacientes “tipos ideales” construidos a imagen y semejanza de las principales formaciones sociales europeas. La historia latinoamericana desobedeció a la lógica europea; la lucha de clases empírica no se dejó atrapar por el esquema ideal; el desarrollo desigual, articulado y combinado de múltiples dominaciones sociales desoyó los consejos políticos etapistas que aconsejaban apoyar a una u otra fracción burguesa (“burguesía democrática” la llamó el reformismo stalinista, “burguesía nacional” la denominó el populismo) contra el supuesto enemigo oligárquico. En América Latina las burguesías nacieron oligárquicas y las oligarquías fueron aburguesándose mientras se modernizaban. Las modernizaciones no vinieron desde abajo sino desde arriba. No fueron democráticas ni plebeyas, sino oligárquicas y autoritarias. No fueron producto de “revoluciones burguesas antifeudales” —como rezaban ciertos manuales— sino de revoluciones-restauradoras, revoluciones pasivas encabezadas e impulsadas por las oligarquías aburguesadas.

Fueron las propias oligarquías, a través del aparato de Estado y en particular de las fuerzas armadas, las que emprendieron —a sangre, tortura y fuego— el camino de modernizar su inserción siempre subordinada en el mercado mundial capitalista7. El liberalismo latinoamericano no fue, como en la Francia de los siglos XVII y XVIII, progresista sino autoritario y represivo. En nuestras patrias despanzurradas a golpes de bayoneta y destrozadas a picana y palazos, jamás existió modernización económica sin represión política.

Las burguesías locales fueron históricamente débiles para independizar nuestras naciones del imperialismo pero al mismo tiempo fueron lo suficientemente fuertes como para neutralizar e impedir los procesos de lucha social radical de las clases populares.

Las sangrientas dictaduras latinoamericanas —cuyas consecuencias nefastas seguimos padeciendo hasta nuestro presente— que asolaron nuestro continente durante las décadas de los años ’70 y ’80 no fueron, en consecuencia, un rayo inesperado en el cielo claro de un mediodía de verano. No constituyeron una “anomalía”, una excepción a la regla, el interregno entre dos momentos de normalidad y paz. Fueron más bien la regla de nuestros capitalismos periféricos, dependientes y subordinados a la lógica del sistema capitalista mundial.



Nuevos tiempos de luchas y nuevas formas de
dominación durante la “transición a la democracia”



Agotadas las antiguas formas políticas dictatoriales mediante las cuales el gran capital —internacional y local— ejerció su dominación y logró remodelar las sociedades latinoamericanas inaugurando a escala mundial el neoliberalismo8 nuestros países asistieron a lo que se denominó, de modo igualmente apologético e injustificado, “transiciones a la democracia”.

Ya llevamos casi veinte años, aproximadamente, de “transición”. ¿No será hora de hacer un balance crítico? ¿Podemos hoy seguir repitiendo alegremente que las formas republicanas y parlamentarias de ejercer la dominación social son “transiciones a la democracia”? ¿Hasta cuando vamos a continuar tragando sin masticar esos relatos académicos nacidos al calor de las becas de la socialdemocracia alemana y los subsidios de las fundaciones norteamericanas?

En nuestra opinión, y sin ánimo de catequizar ni evangelizar a nadie, la puesta en funcionamiento de formas y rituales parlamentarios dista largamente de parecerse aunque sea mínimamente a una democracia auténtica. Resulta casi ocioso insistir con algo obvio: en nuestros países latinoamericanos hoy siguen dominando los mismos sectores sociales de antaño, los de gruesos billetes y abultadas cuentas bancarias. Ha mutado la imagen, ha cambiado la puesta en escena, se ha transformado el discurso, pero no se ha modificado el sistema económico, social y político de dominación. Incluso se ha perfeccionado9.

Estas nuevas formas de dominación política —principalmente parlamentarias— nacieron producto de la lucha de clases. En nuestra opinión no fueron un regalo gracioso de su gran majestad, el mercado y el capital (como sostiene cierta hipótesis que termina presuponiendo, inconscientemente, la pasividad total del pueblo), pero lamentablemente tampoco fueron únicamente fruto de la conquista popular y del “avance democrático de la sociedad civil” que lentamente se va empoderando de los mecanismos de decisión política marchando hacia un porvenir luminoso (como presuponen ciertas corrientes que terminan cediendo al fetichismo parlamentario). En realidad, los regímenes políticos postdictadura, en Argentina, en Chile, en Uruguay y en el resto del cono sur latinoamericano, fueron producto de una compleja y desigual combinación de las luchas populares y de masas —en cuya estela alcanza su cenit la pueblada argentina de diciembre de 2001— con la respuesta táctica del imperialismo que necesitaba sacrificar momentáneamente algún peón militar de la época neolítica para reacomodar los hilos de la red de dominación, cambiando algo para que nada cambie.

Con discurso “progre” o sin él, la misión estratégica que el capital transnacional y sus socias más estrechas, las burguesías locales, le asignaron a los gobiernos “progresistas” de la región —desde el Frente Amplio uruguayo y el PJ del argentino Kirchner hasta la concertación de Bachelet en Chile— consiste en lograr el retorno a la “normalidad” del capitalismo latinoamericano. Se trata de resolver la crisis orgánica reconstruyendo el consenso y la credibilidad de las instituciones burguesas para garantizar EL ORDEN. Es decir: la continuidad del capitalismo. Lo que está en juego es la crisis de la hegemonía burguesa en la región, amenazada por las rebeliones y puebladas —como la de Argentina o Bolivia— y su eventual recuperación.

Desde nuestra perspectiva, y a pesar de las esperanzas populares, la manipulación de las banderas sociales, el bastardeo de los símbolos de izquierda y la resignificación de las identidades progresistas tienen actualmente como finalidad frenar la rebeldía y encauzar institucionalmente la indisciplina social. Mediante este mecanismo de aggiornamiento supuestamente “progre” las burguesías del cono sur latinoamericano intentan recomponer su hegemonía política. Se pretende volver a legitimar las instituciones del sistema capitalista, fuertemente devaluadas y desprestigiadas por una crisis de representación política que hacía años no vivía nuestro continente. Los equipos políticos de las clases dominantes locales y el imperialismo se esfuerzan de este modo, sumamente sutil e inteligente, en continuar aislando a la revolución cubana (a la que se saluda, pero... como algo exótico y caribeño), conjurar el ejemplo insolente de la Venezuela bolivariana (a la que se sonríe pero... siempre desde lejos), seguir demonizando a la insurgencia colombiana y congelar de raíz el proceso abierto en Bolivia.



Los desafíos de la izquierda latinoamericana

antiimperialista y anticapitalista frente a su propia historia



¿Cómo enfrentar entonces ese aggiornamiento de las formas políticas de dominación, ese intento gatopardista por cambiar algo para que el ORDEN siga igual y nada cambie de fondo?

Descartada la visión ingenua de un optimismo eufórico que postula en el terreno de las consignas agitativas un peligroso y falso triunfalismo —calificando como “avance revolucionario” a los gobiernos de Tabaré Vázquez, Kirchner o Bachelet—, debemos hacer el esfuerzo por comprender nuestros desafíos políticos a partir de nuestra propia historia y nuestras propias necesidades10. Así lo hizo Fidel cuando encabezó la revolución cubana, así lo hace Chávez en Venezuela. Así lo hicieron los sandinistas, los salvadoreños y los tupamaros en sus épocas fundacionales (cuando eran radicales y estaban contra el sistema), así lo hacen las FARC y el ELN en Colombia, al igual que los zapatistas en Chiapas. En el cono sur latinoamericano se nos impone encontrar nuestra propia perspectiva estratégica y nuestro rumbo político a partir de nuestra propia historia. ¡Debemos estudiar y tomar en serio a la historia!

Eso implica estar alertas frente a cualquier manipulación oportunista. Es cierto que todo relato histórico presupone construir genealogías en el pasado para defender y legitimar políticas hacia el futuro. Pero todo tiene un límite. No se puede ir al pasado, “meter mano”, poner y sacar a gusto y piacere según las oportunidades del caso...

Por ejemplo, en la Argentina, no se puede poner en las banderas y en los carteles las imágenes de Santucho y del Che Guevara y luego, como por arte de magia, borrar esos símbolos para reemplazarlos por la foto de Juan Domingo Perón. Y luego, si cambian las alianzas políticas del momento, archivar rápidamente a Perón y volver a poner a Santucho o a quien convenga en esa ocasión. Siempre con la misma sonrisa cínica. ¡Como si todo fuera lo mismo! Eso es poco serio. Eso es hacer manipulación vulgar de la historia en función del presente inmediato. Así no se construye una identidad política de masas que logre aglutinar a la juventud rebelde y a la clase trabajadora combativa en función de un proyecto de emancipación radical. Los cubanos designan a esas maniobras como vulgar “politiquería”. Lenin las denominaba “oportunismo”. En cada uno de los países de nuestra América hay un término para hacer referencia a lo mismo.

La historia debe ser nuestra fuente genuina de inspiración, no un cómodo salvoconducto oportunista.


Formación política, hegemonía

socialista e internacionalismo


No sólo debemos inspirarnos en la historia. En la actual fase de la correlación de clases —signada por la acumulación de fuerzas— necesitamos generalizar la formación política de la militancia de base. No sólo de los cuadros dirigentes sino de toda la militancia popular. Se torna imperioso combatir el clientelismo y la práctica de los “punteros” (negociantes de la política mediante las prebendas del poder), solidificando y sedimentando una fuerte cultura política en la base militante, que apunte a la hegemonía socialista sobre todo el movimiento popular. No habrá transformación social radical al margen del movimiento de masas. Nos parecen ilusorias y fantasmagóricas las ensoñaciones posmodernas y posestructuralistas que nos invitan irresponsablemente a “cambiar el mundo sin tomar el poder”. No se pueden lograr cambios de fondo sin confrontar con las instituciones centrales del aparato de Estado. Debemos apuntar a conformar, estratégicamente y a largo plazo —estamos pensando en términos de varios años y no de dos meses— organizaciones guevaristas de combate.

¿Por qué organizaciones? Porque el culto ciego a la espontaneidad de las masas constituye un espejismo muy simpático pero ineficaz. Todo el movimiento popular que sucedió a la explosión del 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina diluyó su energía y terminó siendo fagocitado por la ausencia de organización y de continuidad en el tiempo (organización popular no equivale a sumatoria de sellos partidarios que tienen como meta máxima la participación en cada contienda electoral).

¿Por qué guevaristas? Porque en nuestra historia latinoamericana el guevarismo constituye la expresión del pensamiento más radical de Marx y Lenin y de todo el acervo revolucionario mundial, descifrado a partir de nuestra propia realidad y nuestros propios pueblos. El guevarismo se apropia de lo mejor que produjeron los bolcheviques, los chinos, los vietnamitas, las luchas anticolonialistas del África, la juventud estudiantil y trabajadora europea, el movimiento negro norteamericano y todas las rebeldías palpitadas en varios continentes. El guevarismo no es calco ni es copia, constituye una apropiación de la propia historia del marxismo latinoamericano, cuyo fundador es, sin ninguna duda, José Carlos Mariátegui. Guevara no es una remera. Su búsqueda política, teórica, filosófica constituye una permanente invitación a repensar el marxismo radical desde América Latina y el Tercer Mundo. No se lo puede reducir a tres consignas y dos frases hechas. Aun tenemos pendiente un estudio colectivo serio y una apropiación crítica del pensamiento marxista del Che entre nuestra militancia11.

¿Por qué de combate? Porque tarde o temprano nos toparemos con la fuerza bestial del aparato de Estado y su ejercicio permanente de fuerza material. Así nos lo enseña toda nuestra historia. Insistimos: ¡hay que tomarse en serio la historia! Pretender eludir esa confrontación puede resultar muy simpático para ganar una beca o seducir al público lector en un gran monopolio de la (in)comunicación. Pero la historia de nuestra América nos demuestra, con una carga de dramatismo tremenda, que no habrá revoluciones de verdad sin el combate antiimperialista y anticapitalista. Debemos prepararnos a largo plazo para esa confrontación. No es una tarea de dos días sino de varios años. Debemos dar la batalla ideológica para legitimar en el seno de nuestro pueblo la violencia plebeya, popular, obrera y anticapitalista; la justa violencia de abajo frente a la injusta violencia de arriba.

Pero al identificar el combate como un camino estratégico debemos aprender de los errores del pasado, eludiendo la tentación militarista. Las nuevas organizaciones guevaristas deberán estar estrechamente vinculadas a los movimientos sociales. No se puede hablar “desde afuera” al movimiento de masas. Las organizaciones que encabecen la lucha y marquen un camino estratégico, más allá del día a día, deberán ser al mismo tiempo “causa y efecto” de los movimientos de masas. No sólo hablar y enseñar sino también escuchar y aprender. ¡Y escuchar atentamente y con el oído bien abierto! La verdad de la revolución socialista no es propiedad de ningún sello, se construirá en el diálogo colectivo entre las organizaciones radicales y los movimientos sociales. Las vanguardias —perdón por utilizar este término tan desprestigiado en los centros académicos del sistema— que deberemos construir serán vanguardias de masas, no de elite.

Si durante la lucha ideológica de los ’90 —en los tiempos del auge neoliberal— nos vimos obligados a batallar en la defensa de Marx, remando contra la corriente hegemónica, en la década que se abre en el 2000, Marx solo ya no alcanza. Ahora debemos ir por más, dar un paso más e instalar en la agenda de nuestra juventud a Lenin y al Che (y a todas y todos sus continuadores). Reinstalar al Che entre nuestra militancia implica recuperar la mística revolucionaria de lucha extrainstitucional que nutrió a la generación latinoamericana de los ’60 y los ’70.

Tenemos pendiente pensar y ejercer la política más allá de las instituciones, sin ceder al falso “horizontalismo” —cuyos partidarios gritan “¡que no dirija nadie!” porque en realidad quieren dirigir ellos— ni quedar entrampados en el reformismo y el chantaje institucional. Nada mejor entonces que combinar el espíritu de ofensiva de Guevara con la inteligencia y lucidez de Gramsci para comprender y enfrentar el gatopardismo. Saber salir de la política de secta, asumir la ofensiva ideológica y al mismo tiempo ser lo suficientemente lúcidos como para enfrentar el transformismo político de las clases dominantes que enarbolan banderas “progresistas” para dominarnos mejor.

Como San Martín, Artigas, Bolívar, Sucre, Manuel Rodríguez, Juana Azurduy y José Martí, como Guevara, Fidel, Santucho, Sendic, Miguel Enríquez, Inti Peredo, Carlos Fonseca y Marighella, debemos unir nuestros esfuerzos y voluntades colectivas a largo plazo en una perspectiva internacionalista y continental. En la época de la globalización imperialista no es viable ni posible ni realista ni deseable un “capitalismo nacional”.

No podemos seguir permitiendo que la militancia abnegada —presente en diversas experiencias reformistas del cono sur— se transforme en “base de maniobra” o elemento de presión y negociación para el aggiornamiento de las burguesías latinoamericanas. Los sueños, las esperanzas, los sufrimientos, los sacrificios y toda la energía rebelde de nuestros pueblos latinoamericanos no pueden seguir siendo expropiados. Nos merecemos algo más que un miserable “capitalismo con rostro humano” y una mugrienta modernización de la dominación.


Octubre de 2006


1 Estos esquemas simplistas fueron extraídos principalmente de: (a) los estudios de orden filosófico de la década de 1840, críticos de la Filosofía de derecho de Hegel, donde Marx le reprochaba a su maestro subordinar la sociedad civil al Estado; y de (b) los análisis sociológicos de la década de 1850 donde Marx analizó la sociedad francesa y el fenómeno político bonapartista.

2 Véase el inteligente estudio de Carlos Nelson Coutinho sobre Gramsci en América Latina y particularmente sobre la revolución pasiva en Brasil “As categorías de Gramsci e a realidade brasileira”. En C.N.Coutinho: Gramsci. Um estudo sobre seu pensamento político. Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 1999. También pueden consultarse con provecho los trabajos de Florestan Fernandez sobre la revolución burguesa, recopilados por Octavio Ianni: Florestan Fernandes: sociología crítica e militante. São Paulo, Expressão Popular, 2004. Juan Carlos Portantiero había adelantado algunas inteligentes reflexiones en este sentido en su archicitado ensayo “Los usos de Gramsci” [1975] (Buenos Aires, Grijalbo, 1999), pero a diferencia de los dos autores anteriores, Portantiero terminó convirtiendo a Gramsci en un comodín socialdemócrata bastardeado hasta límites inimaginables.


3 Véase nuestro trabajo “Los verdugos latinoamericanos: las Fuerzas Armadas de la contrainsurgencia a la globalización”, ensayo incorporado en nuestro: Pensar a contramano. Las armas de la crítica y la crítica de las armas. Buenos Aires, Editorial Nuestra América, 2006.

4 Adoptamos esta categoría de Mario Roberto Santucho: Poder burgués, poder revolucionario [1974]. En Daniel De Santis [compilador]: A vencer o morir. PRT-ERP Documentos. Bs.As., EUDEBA, 1998 (tomo I) y 2000 (Tomo II).

5 Véase el testamento político del Che, cuando afirma: “Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución”. “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental” (ediciones varias).

6 Véase el capítulo “Expansión industrial, imperialismo y burguesía nacional” del libro de Silvio Frondizi: La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica (en dos tomos, Tomo I: 1955 y Tomo II: 1956); Víctor Testa [seudónimo de Milcíades Peña]: “Industrialización, seudoindustrialización y desarrollo combinado”. En Fichas de investigación económica y social, Año I, N°1, abril de 1964. p.33-44. Este artículo fue recopilado póstumamente en Milcíades Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina. Bs.As., Hyspamérica, 1986. p.65 y ss.; y finalmente nuestro ensayo: “¿Foquismo?: A propósito de Mario Roberto Santucho y el pensamiento político de la tradición guevarista”. En Ernesto Che Guevara: El sujeto y el poder. Buenos Aires, Nuestra América, 2005.


7 Tratando de pensar la conformación social de la dominación burguesa en Argentina y América Latina de una manera diferente (tanto frente al reformismo stalinista como frente al populismo nacionalista), el viejo dirigente comunista Ernesto Giudici —quien en 1973 propuso la herética unidad del comunismo con las organizaciones político-militares PRT-ERP y Montoneros— arriesgó una hipótesis más que sugerente. Siempre decía que hay que pensar la historia latinoamericana a partir de su propia cronología histórica, sin violentarla para que entre en el lecho de Procusto de cronologías diversas. Hecha esta salvedad, Giudici consideraba pertinente una analogía con las formaciones sociales europeas; ya no con Francia —modelo de El 18 Brumario de Luis Bonaparte— ni con Inglaterra— arquetipo empírico que está en la base de El Capital—, sino con el prusianismo alemán. La formación histórica del capitalismo en Argentina, por ejemplo, se asemejaba mucho más a la atrasada Prusia que a las modernas Francia o Inglaterra. Como en Prusia, la burguesía argentina vivía haciendo pactos y compromisos con los propietarios terratenientes, utilizando al ejército como fuerza social privilegiada en política y reprimiendo toda vida cultural autónoma. La hipótesis analógica del “prusianismo” cumplía en los razonamientos de Giudici un rol mucho más abarcador que el “camino prusiano en la agricultura” del que hablaba Lenin, por contraposición a la modernización de la agricultura capitalista de los farmers norteamericanos. Véase “Herejes y ortodoxos en el comunismo argentino”, en nuestro De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano. Buenos Aires, Biblos, 2000 [hay reedición cubana ampliada, 2006].

8 Es bien conocido el análisis del historiador británico Perry Anderson (a quien nadie puede acusar de provincianismo intelectual o de chauvinismo latinoamericanista), quien sostiene que el primer experimento neoliberal a nivel mundial ha sido, precisamente, el de Chile. Incluso varios años antes que los de Margaret Thatcher o Ronald Reagan. No por periféricas ni dependientes las burguesías latinoamericanas han quedado en un segundo plano en la escena de la dominación social. Incluso en algunos momentos se han adelantado a sus socias mayores, y han inaugurado —con el puño sangriento de Pinochet en lo político y de la mano para nada “invisible” de Milton Friedman en lo económico—, un nuevo modelo de acumulación de capital de alcance mundial: el neoliberalismo.

9 Recordemos que para Marx la república burguesa parlamentaria —que él nunca homologaba con “democracia”— constituía la forma más eficaz de dominación política. Marx la consideraba superior a las dictaduras militares o a la monarquía porque en la república parlamentaria la dominación se vuelve anónima, impersonal y termina licuando los intereses segmentarios de los diversos grupos y fracciones del capital, instaurando un promedio de la dominación general de la clase capitalista, mientras que en la dictadura y en la monarquía es siempre un sector burgués particular el que detenta el mando, volviendo más frágil, visible y vulnerable el ejercicio del poder político.


10 En ese sentido sería conveniente no confundir las necesidades diplomáticas coyunturales de determinados Estados —a los que defendemos de la agresividad imperialista y con los cuales nos solidarizamos activamente—, con las necesidades políticas del movimiento popular en nuestros países del cono sur latinoamericano. Aunque luchamos por los mismos fines antiimperialistas y socialistas, no siempre lo que le conviene a los Estados amigos es lo que le conviene a los movimientos sociales y populares de nuestros países.

Reflexionemos sobre un ejemplo histórico concreto: la Revolución Cubana sufre un embargo criminal de EEUU desde su mismo desafío al coloso del norte. Prácticamente todos los Estados del continente, siguiendo la presión yanqui, rompieron relaciones con Cuba a inicios de los ‘60. Uno de los pocos que no lo hizo fue México. Durante décadas, en México gobernaba el PRI, partido burgués, corrupto y autoritario si los hay (surgido del congelamiento de la revolución mexicana). El PRI mantenía “hacia afuera” una política de no confrontación con Cuba, lo cual resulta muy útil diplomáticamente para frenar a EEUU. En lo interno reprimía al movimiento obrero, compraba dirigentes, dividía las organizaciones populares, masacraba estudiantes, hacía desaparecer indígenas, etc. A fines de los ’60 en México surgen organizaciones guerrilleras que son masacradas. Años más tarde, surge el EZLN contra el PRI. ¿Cuba rompe amarras contra el Estado mexicano? No, no lo puede hacer. Necesita mantener relaciones diplomáticas con el Estado mexicano para eludir el bloqueo yanqui, lo cual resulta plenamente comprensible. ¿Entonces? ¿Qué debe hacer el movimiento popular en México? ¿Apelar a la autoridad moral de Cuba para apoyar al PRI? La respuesta negativa es más que obvia (no obstante existieron corrientes que así lo hicieron durante años. La vertiente de Lombardo Toledano —de nefasta memoria— apoyaba al PRI con retórica de “izquierda”, apoyaba las represiones del gobierno como “progresistas”, incluida la masacre de Tlatelolco, etc, etc). Sobre estas dificultades objetivas que el internacionalismo militante no puede desconocer, véase nuestro diálogo-entrevista (realizado junto con el compañero Luciano Álzaga) al presidente de la Asamblea Popular de la república de Cuba Ricardo Alarcón. En http://www.lahaine.org/index.php?p=14057 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=30096


11 Apuntando en esa dirección y hacia esa tradición política, hemos querido contribuir con un pequeñísimo granito de arena a través de nuestro Ernesto Che Guevara: El sujeto y el poder y con diversas experiencias de formación política en varias cátedras Che Guevara, dentro y fuera de la universidad, tanto en movimientos de derechos humanos, en el movimiento estudiantil como en escuelas del movimiento piquetero.






Leer Mas...